La última estimación de la Organización Mundial de la Salud habla de que 180.000 profesionales sanitarios han fallecido a consecuencia del COVID-19. Cifras que el Consejo Internacional de Enfermeras considera “conservadoras”.
Alarmadas por estas estimaciones, un grupo de enfermeras españolas decidieron hacer un estudio, que ahora se publica en Internacional Nursing Review, para conocer los datos reales de cómo ha afectado la pandemia a estas profesionales. Investigando en todas las bases de datos disponibles llegaron a una preocupante conclusión: “es imposible saber cómo, cuándo, dónde o por qué han fallecido enfermeras por COVID-19, no hay datos”. Para el presidente de la institución colegial, José Francisco Lendínez, esa situación es la que existe en la provincia de Jaén y el resto de Andalucía. “No hay datos reales ni del número de enfermeros contagiados”, expone. “Nosotros hemos solicitado esta información, pero no se nos ha facilitado”, añade.
“Queríamos saber cuántas enfermeras, cuántos médicos, qué profesionales habían fallecido en nuestro país, respondiendo al gran reto de la pandemia y esos datos no los encontramos. Decidimos conjuntamente hacer un análisis a nivel internacional de los datos disponibles para ver qué es lo que estaba pasando y comprobamos que en muchísimos países faltan datos, no hay datos recogidos y esos datos cuando los tienen nos son públicos”, explica una de las autoras del estudio, Adelaida Zabalegui.
Ante una crisis sanitaria mundial como lo que hemos vivido y seguimos viviendo con la pandemia por COVID-19, “todos los sistemas sanitarios se han centrado en tratar a los pacientes, en todo el proceso de vacunación y ahora en los procesos post-COVID. Se han centrado en lo más urgente, pero se han olvidado de un elemento clave como son los profesionales, este foco no lo han tenido en cuenta”, detalla Zabalegui.
Tal y como señalan en el estudio, “la información desagregada de alta calidad es crucial para tener una imagen más completa y precisa de la fuerza laboral de enfermería y su salud, particularmente durante las pandemias, así como para poder identificar, medir y monitorear las desigualdades en salud”.
Así, en su texto señalan varios motivos por los que no existen estos datos: en primer lugar, porque no existen registros de profesionales fiables. En segundo, “el empleo precario en enfermería no solo aumenta las condiciones peligrosas que dañan su salud, donde las mujeres se ven afectadas de manera desproporcionada, sino que también afecta la precisión de los informes de datos”, Y, por último, “la falta de transparencia de los datos públicos a diferentes niveles, lo que limita la rendición de cuentas”.
Ante esta situación proponen una serie de recomendaciones. “A nivel internacional, hace falta voluntad política para que los profesionales sanitarios estén bien protegidos. Hace falta trabajar en sobre los problemas estructurales que tenemos de dotación de equipos, de competencias, de conocimientos, de recursos que tienen que tener esos profesionales para que desarrollen su trabajo dentro de los estándares y las regulaciones internacionales, Hace falta voluntad para que los gobiernos asignen los recursos necesarios para que los profesionales trabajen en las mejores condiciones posibles”, destaca Zabalegui.
En segundo lugar, -continúa- “hace falta tener un registro de profesionales que sea robusto, que sea fiable que documente muy bien dónde están los profesionales trabajando, para a partir de ese análisis poder ir progresando en dar respuesta a las necesidades que tiene la sociedad”.